Evangelio apc Tinajas

María jugó un papel clave en la historia del cristianismo. Facilitó que Jesús naciese hombre, lo crió de niño, lo acompañó de adulto y acompañó también después a los apóstoles tras la marcha de su hijo al Cielo.

Pese ser ella un pilar – y muy querido – para nosotros, son pocos los pasajes en los que aparece. Posiblemente uno de los más conocidos sea el de Caná, en el que su intercesión origina, en mi opinión, una de las cadenas de amor más bonitas del Evangelio.       

La vida pública de Jesús está comenzando. En este caso asiste como invitado a una boda, acompañado de su madre y de sus discípulos.

Me gusta especialmente ver cómo Jesús y los suyos, incluso dentro de la singular tarea a la que fueron llamados, pasaban por la vida con mucha naturalidad: trabajaban cuando tocaba trabajar, e iban de banquetes o de fiesta cuando les invitaban. Eso sí, hicieran lo que hicieran, de trabajo o de fiesta, lo vivían con un corazón extraordinario, que es a lo que también nosotros estamos llamados.

Y estando allí en la fiesta, María, atenta a todos, se da cuenta de que el vino va a faltar. Como ella no puede hacer nada para solucionarlo, pide a su hijo que le ponga remedio.

Lo primero que podemos pensar ante la petición de María es ¿que falte vino en una boda (porque ya se lo han bebido todo) es algo suficientemente importante como para pedir un milagro del Cielo?. Visto desde nuestra posición, y a día de hoy, la respuesta es no. Pero para los novios, en aquel momento, sí que lo era y mucho, porque su boda acabaría en desastre. ¿Por qué no evitárselo?

Jesús no había hecho aún ningún milagro. Y sabe que ese no era aún el momento de comenzar con ellos, por lo que le dice a su madre «Mujer ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora» (Evangelio Juan 2, 4)

A continuación se encadenan tres hechos muy significativos, a cuál más bonito:

En primer lugar, María, tras la negativa de su hijo, va donde los sirvientes y les dice «Haced lo que él os diga« (Evangelio Juan 2, 5). ¡Como si no le hubiera escuchado decirle que aún no había llegado su momento!. No le hace ni caso. Ella quiere ayudar a los novios, tiene una fe ciega en su hijo y fuerza la situación. Sabe que Jesús no se lo negará.

En segundo lugar Jesús, que no puede resistirse ni a la caridad ni a la fe de su madre se pone en manos del Padre.

En tercer lugar el Padre, viendo el amor y la fe tanto de María como de Jesús, cambia sus propios planes y facilita que Jesús haga el milagro, convirtiendo 6 tinajas de agua, de 100 litros cada una, en vino. El mismísimo Dios Padre cambia de planes por amor, para remediar un problema aparentemente menor. Es un caso en el que puede verse con claridad cómo a Dios le interesan nuestras cosas, las grandes y las pequeñas. Todas. Y está deseando que le pidamos que se involucre para hacerlo. En este caso, ni siquiera fueron los novios los que pidieron; fue María la que intercedió por ellos sin ellos saberlo.

El pasaje, en mi opinión, no tiene desperdicio: por la llamada que nos hace a vivir la vida ordinaria desde el amor y por la llamada que también nos hace a vivir con fe, aún para las cosas pequeñas.

¡Y tiene su gracia que el primer milagro de Jesús fuera convertir el agua en vino para que no se acabase la fiesta!

La imagen es de evangeliza en cathopic

3 comentarios

  1. Cómo me gusta que resaltes la cotidianidad de los hechos, que nos ayudes a ver que Dios y toda su familia, están con nosotros para lo grande y lo que es tan pequeño que de vez en cuando nos da vergüenza pedírselo. Gracias

  2. Este es uno de los pasajes del evangelio que goza de mayor popularidad, seguramente por su sencillez y porque se desarrolla en un ambiente muy familiar que todos conocemos.
    De él nacen el amor a la Virgen por ocuparse de las cosas cotidianas y su valoración como intercesora.
    La postura de Jesucristo, en principio, es menos comprensible, por cuanto parece que se sorprende y se resiste un poco.
    La estrella de este relato es sin duda la Virgen.

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